domingo, 1 de octubre de 2023

1 de octubre: Festividad de Santa Teresita del Niño Jesús

 

Es innegable que quien se acerca a la vida de Santa Teresa de Lisieux -Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz- queda fascinado con su testimonio e historia de santidad. A través de su «pequeña vía», el «caminito», que habla de humildad, sencillez y confianza en Dios Padre, teresita se hizo grande. Toda su vida y testimonio de santidad se centra en una sola premisa: vivir la vocación al amor; amar y hacer amar al Amor.

Su legado literario es testigo de su vocación. Así quedó reflejado en su manuscrito autobiográfico «Historia de un alma», como también en sus cartas, poesías y oraciones.

Iniciando sus memorias, escritas por solicitud de su superiora, Teresa de Lisieux escribe:

«Comprendí que el amor de Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna a su gracia, que en el alma más sublime.”

En la poesía «Vivir de Amor», que la santa escribió en 1895 -dos años antes de su muerte-, Teresita deja ver su innegable amor a Dios: «Vivir de amor, Tu mismo lo dijiste: Es llevarte Jesús en las entrañas; Es hacerte habitar en nuestro pecho. Verbo increado. De mi Dios Palabra. Y Tú sabes Jesús, que yo te amo, Y sabes que Tu amor mi pecho abrasa. Yo sé, en cambio, que, amándote, me gano a Tu Padre, y que lo traigo a mi morada. ¡Oh, Augusta Trinidad, mi prisionera Eres, por obra de mi amor y gracia!».

Su «secreto» de santidad se halla en la «Infancia Espiritual», que no es otra cosa que la vivencia de la humildad, poniendo toda la confianza en el amor de Dios Padre, revelado en su Hijo Jesucristo.

Es en la pequeñez de Santa Teresita donde radica su grandeza. Una de sus mayores enseñanzas fue el «Santo Abandono». Ella decía: «Desde hace tiempo no me pertenezco, me entregué del todo a Jesús».

Una entrega total, y amor sin límites, y una cercanía tal a Jesús, que la llevó a tener sed por la salvación de las alamas, ofreciendo oraciones y sacrificios para que los pecadores retornasen a buen camino.

Y Santa Teresita fue más allá. También ofreció su enfermedad -la tuberculosis que la llevó a la muerte en 1897- por los misioneros del mundo: «¡Te suplico que inclines tu divina mirada a un sinnúmero de almas pequeñitas, te suplico que acojas en este mundo una legión de víctimas pequeñas dignas de tu amor!», escribió en sus memorias.

No en vano, y pese a no haber salido del convento, Santa Teresita fue declarada en 1927 Patrona Universal de las Misiones.

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