Es innegable que quien se acerca a la vida de Santa Teresa de Lisieux -Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz- queda fascinado con su testimonio e historia de santidad. A través de su «pequeña vía», el «caminito», que habla de humildad, sencillez y confianza en Dios Padre, teresita se hizo grande. Toda su vida y testimonio de santidad se centra en una sola premisa: vivir la vocación al amor; amar y hacer amar al Amor.
Su legado literario es testigo
de su vocación. Así quedó reflejado en su manuscrito autobiográfico «Historia
de un alma», como también en sus cartas, poesías y oraciones.
Iniciando sus memorias,
escritas por solicitud de su superiora, Teresa de Lisieux escribe:
«Comprendí que el amor de
Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone
resistencia alguna a su gracia, que en el alma más sublime.”
En la poesía «Vivir de Amor»,
que la santa escribió en 1895 -dos años antes de su muerte-, Teresita deja ver
su innegable amor a Dios: «Vivir de amor, Tu mismo lo dijiste: Es llevarte
Jesús en las entrañas; Es hacerte habitar en nuestro pecho. Verbo increado. De
mi Dios Palabra. Y Tú sabes Jesús, que yo te amo, Y sabes que Tu amor mi pecho
abrasa. Yo sé, en cambio, que, amándote, me gano a Tu Padre, y que lo traigo a
mi morada. ¡Oh, Augusta Trinidad, mi prisionera Eres, por obra de mi amor y
gracia!».
Su «secreto» de santidad se
halla en la «Infancia Espiritual», que no es otra cosa que la vivencia de la
humildad, poniendo toda la confianza en el amor de Dios Padre, revelado en su
Hijo Jesucristo.
Es en la pequeñez de Santa
Teresita donde radica su grandeza. Una de sus mayores enseñanzas fue el «Santo
Abandono». Ella decía: «Desde hace tiempo no me pertenezco, me entregué del
todo a Jesús».
Una entrega total, y amor sin
límites, y una cercanía tal a Jesús, que la llevó a tener sed por la salvación
de las alamas, ofreciendo oraciones y sacrificios para que los pecadores
retornasen a buen camino.
Y Santa Teresita fue más allá.
También ofreció su enfermedad -la tuberculosis que la llevó a la muerte en
1897- por los misioneros del mundo: «¡Te suplico que inclines tu divina mirada
a un sinnúmero de almas pequeñitas, te suplico que acojas en este mundo una
legión de víctimas pequeñas dignas de tu amor!», escribió en sus memorias.
No en vano, y pese a no haber
salido del convento, Santa Teresita fue declarada en 1927 Patrona Universal de
las Misiones.
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