La familia de Roberto quería hacer de él un político, pero Dios lo tenía para mucho más, y lo convirtió en un santo doctor, cardenal, polemista, humilde, grande, escritor… un coloso.
De uno de sus
libros, tal vez el más famoso, llamado Controversias, decía Teodoro de Beza,
quien sucedió al protestante Calvino: “He aquí el libro que nos perdió”. Ante
confesión de parte, relevo de pruebas… Hasta sus contendientes reconocían su
grandeza. ¿Cómo surgió este gran hombre?
Nació en
Montepulciano, Toscana, el 4 de octubre de 1542.
A los 14 años entró
al colegio jesuita. Pero el chico brillaba con luz propia, en las
conversaciones, en las discusiones, y el mundo le empieza a insinuar la posibilidad
de una carrera brillante: además era el sobrino del Papa.
Pero Roberto medía
el peligro que una carrera mundana traía, peligro para la virtud, y por ello
escogió como su comunidad a los jesuitas, que tenían por norma huir a las
dignidades.
San Francisco de
Borja, superior, también consideró las cualidades de Roberto, y dispuso su
traslado a la Universidad de Lovaina, donde se preparaba la defensa de la fe
contra los ataques protestantes.
Estudió los Padres
de la Iglesia, los Doctores, la doctrina de los Papas, se sumergió en el tesoro
de la doctrina de la Iglesia. Construyó con la gracia de Dios en su mente un
verdadero ejército apologético y de afirmación de la fe.
Una de las luces de
su vida fue el haber sido director espiritual de otro santo, San Luis Gonzaga,
ángel de la pureza, quien también mucho admiraba a San Roberto.
Se le quiso hacer Papa
Muere Clemente VIII
y San Roberto va al cónclave donde es elegido León XI, quien fallece un mes
después. Participa pues en su segundo cónclave, donde llegó a tener un buen
número de votos. Pero reveló después que hizo en esos momentos un explícito
pedido a Dios: ¡Del Papado, libradme Señor!
Muere el 17 de
septiembre de 1621.
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