Este pastor italiano que dejó en el campo sus ovejas se tornó un pontífice extraordinario: renovó el clero y la liturgia de la Misa y salvó la Iglesia y el continente europeo de la invasión musulmana en la memorable Batalla de Lepanto, teniendo el auxilio efectivo de la Santísima Virgen del Rosario.
Él
nació en Bosco, Italia, en el año 1504. Por causa de la pobreza de sus padres,
cuando todavía muy joven tenía como trabajo cuidar de ovejas en el campo. Fue
una familia generosa que pagó los estudios de Antonio. Por eso él pudo estudiar
con los dominicos y llegó a ser religioso en la orden de Santo Domingo.
En
varias ocasiones quisieron matarlo, pero esto no fue motivo para que él dejase
de predicar el Evangelio, anunciando la verdad. El Papa lo creó Cardenal y le
entregó la dirección de la Iglesia en defensa de la recta doctrina.
Cuando
el Papa Pío IV murió, San Carlos Borromeo dijo a los Cardenales que el más
apropiado para el ministerio petrino era el Cardenal Antonio Chislieri, por
eso, fue electo Papa, tomando el nombre de Pío V.
Era
edificante la gran devoción a la Eucaristía, a la Virgen María y a la
recitación diaria del rosario por él recomendada a todos.
Lepanto
Los
musulmanes amenazaban invadir Europa y acabar con la religión católica. Ellos
salían de Turquía, matando a las poblaciones católicas y anunciando que la
Basílica de San Pedro sería el establo para sus caballos.
Los
reyes de la época no querían enfrentar a los mahometanos. El Papa buscó la
ayuda de líderes europeos y organizó una gran escuadra naval.
Antes
del inicio de los combates, él pidió que todos los combatientes fuesen a la
batalla habiendo hecho antes la confesión y comulgado en la Misa. Cuando los
combatientes partieron para la batalla, el Santo recorría con los fieles
romanos las calles descalzos y rezando el Rosario.
La
superioridad del ejército musulmán era evidente y ellos surgieron delante del
ejército católico en un golfo, situado cerca de Grecia cuyo nombre era Lepanto.
La
superioridad de los turcos no intimidó a los combatientes católicos y los
comandantes de la escuadra y sus soldados pasaron a rezar el rosario antes de
iniciar la batalla. Era el día 7 de octubre de 1571.
El
combate comenzó con ventaja nítida para los musulmanes. Con todo, el viento que
le era favorable, inexplicablemente, cambió de dirección y soplaba favoreciendo
el avance de los católicos.
Los
cristianos se lanzaron al ataque y obligaron a los musulmanes a retroceder.
San
Pío, en Roma, sin tener medios de recibir noticias de lo que sucedía lejos de
la Ciudad Eterna, miró por la ventana y dijo a los Cardenales que lo
acompañaban en la oración:
«Vamos
a dedicarnos a dar gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque conseguimos
la victoria».
En
agradecimiento Pío V ordenó que todo día 7 de octubre fuese celebrada la fiesta
de Nuestra Señora del Rosario y que en las letanías fuese incluida la
jaculatoria «María, Auxilio de los Cristianos, rogad por nosotros», en
reconocimiento a la Virgen por la intercesión de Ella para la victoria ser
obtenida.
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