¿Cómo podemos efectivamente diferenciar la
adoración de la veneración, y cuáles son los límites de esta última?
Aunque miembros de otras denominaciones religiosas hagan cuestión de confundir el significado de estos dos términos, “venerar” y “adorar” poseen en nuestra buena lengua castellana, significados muy diferentes. En efecto, “venerar”, en su sentido católico, significa, entre otras cosas, “dedicar reverente respeto a”, y “adorar”, también en sentido católico, significa “prestar culto a la divinidad”.
La Santa Iglesia, a lo largo de
su historia, acuñó una terminología para marcar bien esta diferencia. Entonces,
el acto de adorar se refiere al culto de “latría”, que se puede prestar
solamente a Dios, como centro, foco, principio y fin de toda nuestra vida de
fe. A los santos prestamos el culto de “dulía”; a Nuestra Señora de “hiperdulía”
(de “hiper”: “que está por encima de”); y a San José de “protodulía” (de
“proto”: “primero”). Interesante que el término “dulía” significa “servidumbre”, para dar a entender
que reverenciando los santos, estamos prestando culto a aquellos siervos que, gozando
ya victoriosamente de la visión beatífica, están más próximos de Dios, y nos
sirven de intercesores junto a Él, y a quien con toda gratitud, también
deseamos servir, para glorificar mejor a la Santísima Trinidad, único Dios
verdadero y verdadero Señor de toda la Creación.
Fuente: P. Ricardo Basso, EP in “Preguntas y respuestas: ¿Por qué
debemos consagrarnos a la Santísima Virgen?”, Pregunta 17, pág. 185. Edición en
portugués.
Muy buena iniciativa que publiquen estas preguntas y respuestas del P. Ricardo Basso. Felicitaciones!
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