La Transfiguración del Señor en el Monte Tabor. |
Si Abraham estuvo dispuesto a ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac, ¿cómo no estaremos nosotros listos para renunciar a aquello que constituye un obstáculo para la salvación y para nuestro relacionamiento perfecto con el Señor? ¡De cuánto provecho sería hacer un propósito ardoroso de poner sobre la leña cada uno de nuestros caprichos, sobre ellos descargar el cuchillo y, en seguida, prenderlos fuego, inmolándolos en holocausto a Dios! De este modo, como Abraham, nos haríamos libres de cualquier aprecio desordenado a las creaturas.
Es común que oigamos elogios a la fe del santo patriarca, que realmente es
digna de toda alabanza; pero tal vez sea más bella su obediencia, reflejada en
la del hijo Isaac. “La obediencia –afirma San Ignacio de Loyola- “es un
holocausto, en el cual el hombre entero, sin quitar nada de sí, se ofrece en el
fuego de la caridad a su Creador y Señor […]; es una entera resignación de sí
mismo, por la cual se despoja todo de sí, para ser poseído y gobernado por la
Divina Providencia”. [8] La obediencia practicada con tal radicalidad nos
obtiene la realización de las promesas, porque Dios le asegura a Abraham: “Juro
por mí mismo –oráculo del Señor-, una vez que actuaste de este modo y no me
negaste tu hijo único, yo te bendeciré y haré tan numerosa tu descendencia como
las estrellas del cielo y como las arenas del mar. Tus descendientes
conquistarán las ciudades de los enemigos. Por tu descendencia serán bendecidas
todas las naciones de la Tierra, porque me obedeciste” (Gn 22, 16-18). Qué
consuelo sería poder oír la voz de Dios diciéndonos: “Una vez que rechazaste
todos tus apegos, los quemaste y los pusiste en un altar en sacrificio. Yo te
bendeciré, porque tú me obedeciste”. La obediencia es de las virtudes que más
agradan a Dios; no aquella que se basa en exterioridades, sino la que nace del
fondo del corazón, como fue la de Abraham: esta es la obediencia auténtica.
Una vez más, en la segunda lectura, San Pablo nos anima a tomar esta postura, por tener un intercesor en el Cielo: “Jesucristo, que murió, más aún, que resucitó y está a la derecha de Dios” (Rm 8, 34). Abraham no contaba con Nuestro Señor junto al Padre para pedir por él, ni siquiera la Santísima Virgen. Sin embargo nosotros, en una situación muy superior a la del patriarca, tenemos la intercesión de un Abogado absoluto y de una Medianera de impetración omnipotente, lo que nos llena de confianza. No nos olvidemos, tampoco, que “noblesse oblige –nobleza obliga”. Dotados de tantos privilegios, debemos corresponder más que el propio Abraham.
En el Evangelio, la voz del Padre nos exhorta: “¡Escuchad lo que Él dice!”
Recordémonos, entonces, lo que Nuestro Señor enseñó: “Si alguien quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Lc 9, 23). Esta cruz
no es pesada, al contrario, alivia los pesos de nuestra conciencia. Ella
significa obedecer a la voluntad de Dios. El 2° Domingo de Cuaresma nos
estimula a tener frente a nuestros ojos aquello que alimenta nuestra fe,
aumenta nuestra capacidad de sufrir y nos proporciona alegría en medio de
tantos tormentos.
(MONS. JOAO CLA DIAS, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana).
Texto completo: Comentario al Evangelio II Domingo de Cuaresma.
[8] SANTO INÁCIO DE LOYOLA. Carta 83. A los Padres y Hermanos de Portugal. In:
Obras Completas. Madrid: BAC, 1952, p.838.
Una vez más, en la segunda lectura, San Pablo nos anima a tomar esta postura, por tener un intercesor en el Cielo: “Jesucristo, que murió, más aún, que resucitó y está a la derecha de Dios” (Rm 8, 34). Abraham no contaba con Nuestro Señor junto al Padre para pedir por él, ni siquiera la Santísima Virgen. Sin embargo nosotros, en una situación muy superior a la del patriarca, tenemos la intercesión de un Abogado absoluto y de una Medianera de impetración omnipotente, lo que nos llena de confianza. No nos olvidemos, tampoco, que “noblesse oblige –nobleza obliga”. Dotados de tantos privilegios, debemos corresponder más que el propio Abraham.
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP. |
(MONS. JOAO CLA DIAS, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana).
Texto completo: Comentario al Evangelio II Domingo de Cuaresma.