sábado, 10 de marzo de 2018

Comentario al Evangelio del IV Domingo de Cuaresma (domingo 11 de marzo) Ciclo B – por Mons. Joao S. Clá Dias, EP (Este domingo de Cuaresma es también llamado Domingo Laetare)*

[…] I – Jesús fortalece la fe de un discreto discípulo
Ánimos divididos ante la figura de Jesús.
Jesús y el discípulo Nicodemo.
El presente Evangelio es la parte final de la conversación nocturna entre Jesús y Nicodemo. Antes de este encuentro, había realizado el milagro de las Bodas de Caná y expulsado a los mercaderes del Templo. Crecía el número de los convertidos, pues todos comprobaban la grandiosidad de Jesús "a la vista de los milagros que hacía” (Juan 2, 23). Sin embargo, no era íntegra cómo debería, ser la fe de aquellos

admiradores, porque las esperanzas del pueblo judío estaban dirigidas a un Mesías politizado, cargado de dotes humanas, según el concepto mundano de la época. Por eso "Jesús no se fiaba de ellos" (Juan 2, 24). Si algunos llegaban a discernir los aspectos sobrenaturales de Jesús, les faltaba, sin embargo, la proporcionada abnegación y entrega para seguirlo incondicionalmente. A pesar de eso, por parte del pueblo simple la nota tónica era de franca simpatía.
No ocurría lo mismo con las autoridades religiosas. Había aparecido ante ellos un profeta predicando una nueva doctrina dotada de potencia (cfr. Marcos 1, 27), que amenazaba la estructura de los principios religiosos aprendidos por ellos en una escuela de larga tradición. Sobre tal dificultad se añadió otra grave: la expulsión de los vendedores del Templo. Por eso, los ánimos estaban fuertemente caldeados, y la figura de Jesús, además de crear un tormentoso problema de conciencia, a cada paso les hacía sangrar las mal cicatrizadas heridas del resentimiento.
La discreta fidelidad de Nicodemo
De dentro de ese marco social, psicológico y religioso, surge la figura de Nicodemo. Según San Juan, se trata de un fariseo, príncipe de los judíos que, temiendo comprometer su reputación en medio de sus compañeros, procuró encontrarse con Jesús de manera oculta (cfr. Juan 3, 12). De hecho, era tal la saña de indignación de los fariseos contra el Divino Maestro que Nicodemo, si no procediese así, sufriría terribles persecuciones. Los Evangelios son ricos en detalles a este respecto, y bastaría recordar el dicho de los fariseos cuando se indignaron contra los agentes que debían haber arrestado a Jesús: “¿Hay acaso alguien entre las autoridades o fariseos que creyó en Él? ¡Este pueblo que no conoce la Ley es maldito! ...” (Juan 7, 48-49). Esta es la razón por la cual Nicodemo, como José de Arimatea, aunque siempre fiel, mantuvo gran discreción hasta el final (cfr. Juan 19, 38-39). No obstante, es digno de nota la imperfección de la fe de Nicodemo en el Hombre-Dios: lo llama de Maestro por sus milagros, pero lo ve como un gran hombre auxiliado por el poder de Dios.

El Redentor aprovecha la circunstancia de su visita para ilustrar y fortalecer la fe de éste, su nuevo y secreto discípulo (cfr. Juan 3, 3-13), preparándolo para aceptar su divinidad, y dándole a conocer algo sobre el Bautismo y la Encarnación. Y termina por declararle el objetivo último de su venida a esta Tierra: la salvación de los hombres a través de su Muerte, y muerte de Cruz. Esta es la temática de la Liturgia de este domingo. […]
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP
IV – Oración final
Jesús, en su infinita bondad, quiso lo mejor de los efectos para el alma de Nicodemo a lo largo de esa conversación nocturna, la cual pasó a la historia y hoy se desarrolla ante mis ojos en esta Liturgia. Cuando me pongo en el lugar de Nicodemo, brotan en el fondo de mi corazón anhelos de adoración, arrepentimiento y súplica, frente a esa Luz que vino al mundo: "No permitas, mi Jesús, que yo forme parte de los que odian la luz. "Haced que yo crea ‘en el nombre del Hijo Unigénito de Dios’. Por María Santísima, yo te pido, concededme la gracia de un pleno dolor de mis faltas, considerándome el mayor de todos los pecadores, sin perder jamás la confianza en el ilimitado valor de vuestra preciosísima Sangre. Aumenta mi esperanza, mi fe y mi amor a ti, para que, en tu luz, pueda contemplar la luz por toda la eternidad. Amén".

(Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana)
Texto completo: Comentario al Evangelio del IV Domingo de Cuaresma.
* Qué es el Domingo Laetare