jueves, 25 de enero de 2018

Comentario al Evangelio del IV Domingo del Tiempo Ordinario Año B (domingo 28 de enero) por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

¡Dos banderas… una sola elección!
Para ganar la batalla de nuestra vida espiritual debemos procurar alcanzar una unión plena y perfecta con el Supremo Capitán, sirviéndonos para ello de todos los elementos que Él pone a nuestro alcance.
I – La batalla de nuestra vida espiritual
San Ignacio de Loyola
Una de las más convincentes meditaciones propuestas por San Ignacio de Loyola en sus famosos Ejercicios Espirituales es la de las “Dos Banderas”. En ella, el fundador de la Compañía de Jesús nos presenta la vida espiritual como un campo de batalla donde se confrontan dos ejércitos: el de Nuestro Señor Jesucristo, supremo Capitán y Señor, y el de satanás, mortal enemigo de la naturaleza humana.

Delante de estos comandantes antagónicos, con trazos muy bien definidos, se hace imposible tomar una posición de neutralidad. “Cristo llama y quiere a todos los hombres bajo su bandera; y Lucifer, al contrario, los quiere bajo la suya” [1]. No hay una tercera opción; es preciso hacer una elección. […]
IV – Dios siempre es más fuerte
Así, cuando la probación nos aflija, o la tentación nos atormente, tengamos la certeza que el “supremo y verdadero Jefe de los buenos” [18] está de nuestro lado, dispuesto a intervenir en el momento más oportuno para su gloria y nuestro provecho espiritual.
El Jesús que hoy nos aguarda en la santa Comunión es el mismo que expulsó el demonio en Cafarnaún e hizo toda especie de milagros en Galilea. Bajo el velo de las Sagradas Especies, se oculta la figura majestuosa del “más bello de los Hijos de los hombres” (Sl 44, 33), frente a cuya omnipotencia al demonio le es imposible resistirse.
Monseñor Joao S. Clá Dias, EP

(Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana)
[1] San Ignacio de Loyola. Obras Completas. Madrid: BAC, 1952, p.186. Garrigou-Lagrange afirma que esa gracia “eficaz por sí misma, porque Dios así lo quiere, y no sólo por haber previsto que nosotros la aceptaríamos sin resistencia”.
[18] San Ignacio de Loyola, op. cit., p.139.
Texto completo:  Comentario al Evangelio del IV Domingo del Tiempo Ordinario Año B